Acentos
EL HAMBRE
Por: Ilse Pineda Pérez
El derecho a la alimentación es uno de los principios proclamados en 1948 por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero, ¿quien podría pensar que el comer es un problema para algunos, mientras que nosotros comemos tres o más veces al día?
El diccionario define la palabra hambre como: gana y necesidad de comer. Apetito o deseo ardiente: hambre de libertad, de justicia. Sin duda esta definición tomada de un diccionario normal que utilizamos todos desde la primaria, tiene esta corta definición para una palabra llena de significados, pero no la buscaré en otro medio ni una más extensa para explicarla mejor, pues todos sabemos y en alguna ocasión hemos tenido la vaga sensación del hambre.
El hambre puede sentirse de muchas formas, de justicia, de rabia, de amor, de atención, de libertad etc., pero sin duda por la que más sufre la gente en países extremadamente pobres, es la del organismo, por aquellos alimentos que no tienen para llenar su cuerpo de energía.
A partir de los años 80, este fenómeno se ha ido agravando y amenaza a un número creciente de personas principalmente en los países africanos. Tomando a los niños, mujeres embarazadas, enfermos y ancianos como las primeras y más frágiles víctimas en este grave problema social, ya que la pobreza los invade primero.
Los gobiernos más poderosos, no han logrado o querido hacer algo, ya que muchas de sus metas difieren de las que realmente se necesitan, ya sea por beneficio propio o por conveniencias entre otros lideres mundiales, quien sólo de esa forma mantienen a la gente en completa pasividad, sin poder reclamar su voto y sus derechos humanos.
La cifra total de personas que sufren hambre se compone de un poco más de 815 millones de personas en los países en desarrollo, 28 millones en los países en transición y 9 millones en los países industrializados.
La Declaración universal para la eliminación definitiva del hambre y de la malnutrición, aprobada en 1974, dice que toda persona tiene el derecho inalienable de ser liberada del hambre y de la malnutrición para poder desarrollarse plenamente y conservar sus facultades físicas y mentales, una argumentación ciertamente valida pero así mismo olvidada y menospreciada, frente a las necesidades de tecnología, economía de mercado, relaciones exteriores, guerras, infraestructura en las ciudades más importantes del mundo, entre muchos otros problemas sociales.
Así mismo en 1992, la Declaración mundial sobre la nutrición reconocía también que « el acceso a una alimentación nutricionalmente adecuada y sana es un derecho universal ».
Todo esto son datos y afirmaciones muy claras. La conciencia pública está hablado sin ambigüedades, ¡ya no queremos rodeos!, pero de poco sirve si los que tienen el poder en sus manos ignoran el problema. Creo que parte importante es la unión y conciencia que podamos generar en la sociedad como jóvenes, para enterar e informar sobre este lamentable problema, logrando cierta presión en los gobiernos de nuestros países para resolverlo y sino aminorarlo lo antes posible.
El hambre es una amenaza, no sólo para la vida de las personas, sino también para su dignidad. Una carencia grave y prolongada de alimentos provoca el deterioro del organismo, apatía, pérdida del sentido social, indiferencia y a veces incluso crueldad hacia los más débiles, niños y ancianos en particular.
Grupos enteros se ven condenados a morir en la degradación y esta tragedia, desafortunadamente, se repite en el transcurso de la historia, sin embargo hay conciencia, más que en otros tiempos, que el hambre constituye un escándalo.
Los lideres mundiales han hecho miles de promesas y “lejos de descender la cantidad de hambrientos en el mundo, está actualmente creciendo a un ritmo de 4 millones por año”.
Por esto, debemos hacer que la pobreza sea historia, no puede haber gente que muera de miseria en este mundo de abundancia, porque a pesar de que estamos destruyendo nuestro planeta, la sabia naturaleza no dejará de proveernos. Nosotros como nuevas generaciones, estamos más pendientes del cuidado del ambiente, de nuestra salud y necesidades de los demás, no podemos conformarnos ante la miseria, las enfermedades y la corrupción de nuestros cuerpos, debemos comprometernos a generar una verdadera conversión de nuestras mentalidades y nuestros corazones.
Este tema podrá ser muy común para muchos, utilizado en diversos discursos y como emblema de muchas campañas y organizaciones, pero no nos acostumbremos a que siempre esté allí, ayudemos a resolverlo y pidamos a aquellos líderes que se ocupen de estos importantes problemas de vida.
“La tarea requiere el compromiso decidido de hombres y pueblos libres y solidarios”.